Por Ricardo Arturo Salgado*
Hoy es imperativo que entendamos que todos somos Venezuela, y que la solidaridad no puede ser únicamente enunciativa, que eventualmente, y porque no quedan muchas salidas, el imperio buscará un pretexto para crear la “solución militar” al “asunto venezolano”.
Es
posible que los albores del siglo XXI, con el ascenso de la revolución
bolivariana, como anuncio de que llegaba la hora de los pueblos, sea el
mejor momento de toda América Latina en los últimos 500 años. En el
momento de más fuerza de la unipolaridad, surge un replanteamiento que
ha de derrotar muchas veces al neoliberalismo y al tan cacareado “fin de
la historia”.
Durante
la los últimos 15 años quedó claro, más que nunca antes, la verdadera
naturaleza del capitalismo, su función intrínseca de reproducirse, y
obligar a los más pobres a pagar sus garrafales fallas de origen.
Además, quedó claro que el socialismo no era una función errada de la
historia, que era ante todo la respuesta y la esperanza de reemplazar la
voraz maquinaria predatoria capitalista, y que ni era mecánico, ni
determinista y no terminaba por definición; mientras exista el
capitalismo y su amenaza contra la humanidad, el socialismo será una
alternativa.
Ahora
bien, las victorias constantes de este cambio de época, no ha sido, ni
será, un tránsito fácil para nuestros pueblos. El asedio constante del
imperialismo, que luce siempre sediento de la sangre de nuestros
hermanos y hermanas, sigue abriendo frentes, provocando heridas y
utilizando todos sus recursos por frenar a una América Latina, que de
traspatio paso a ser ejemplo de lucha para el mundo entero.
Este
acoso permanente, que cuenta siempre con la abyecta colaboración de
clases dominantes acostumbradas a vivir de las migajas que les dan los
amos norteños, tiende ahora hacia un momento decisivo, hacia una batalla
de la que dependerá la historia de este siglo; ya no se trata del
amanecer de la esperanza, sino de ganar el derecho a vivir en paz,
frente a un enemigo que nutre de la guerra; esa batalla se libra en la
tierra de Bolívar, en la Venezuela de Chávez y de Alí Primera, en esa
República Bolivariana nuestroamericana.
La
oposición traidora, desinteresada absolutamente de lo que suceda a la
patria, cree que el “destino manifiesto” también les abarca, que ellos
son dueños de las riquezas y que los pobres que ahora reciben beneficios
y viven mejor, no tienen derecho a otro tipo de vida que el de la
miseria, porque no entienden, porque son tontos y porque son haraganes,
que no quisieron ser emprendores. Todo ese pensamiento de la mente
colonizada de las clases dominantes latinoamericanas que se sienten
felices de ser “sirvientes con dormida adentro”.
Esa
oposición castrada, sin ideas, y, sobre todo, sin voluntad de compartir
la construccion de una nación digna, se presta a la trama mas vil y se
apresta a hacer correr la sangre inocente de muchos venezolanos, incluso
la de muchos de sus simpatizantes, si eso le sirve a sus intereses.
No
cabe duda que un Golpe de Estado está en ejecución en Venezuela. por
las condiciones particulares, el golpe en cuestión está destinado a ser
sangriento, violento, con una escalada en muchos campos que ya hemos
podido observar en las últimas semanas. La campaña mediática a nivel
internacional dibuja un ambiente de carencias y zozobra, una especie de
bomba de tiempo que volara en pedazos en cualquier momento. Todos los
días, a toda hora, incluso para minimizar las propias crisis locales los
medios en nuestros países hablan de que corremos peligro de “llegar a
estar como Venezuela”.
Igual
envían a tres expresidentes a desafiar las leyes y las instituciones
bolivarianas, dizque en apoyo de derechos humanos, mismos que los tres
violaron flagrantemente en sus administraciones, cometiendo crímenes por
los que deberían guardar prisión. Buscan descaradamente poner en un
rincón al presidente Maduro al que quieren mostrar como tirano y como
debilucho a la vez, y entonces abusan de la hospitalidad y visitan a un
criminal peligroso, que en ningún gobierno de derecha tendría acceso ni a
luz del sol.
Simultáneamente,
acusan funcionarios de alto rango de tener nexos con el narcotráfico,
con lo que las ramas fascistas de la desinformación tienen suficiente
para hablar de narco estado, mientras a los verdaderos narco estados los
felicitan y les prometen Planes Colombia a granel. Entonces aparece
Brownfield “preocupado” por la situación en Venezuela, olvidándose de
sus propios 46 millones de pobres, y sus decenas de millones de
drogadictos y de sus propias agencias de seguridad nacional involucradas
en el tráfico de estupefacientes al mercado “libre” de las drogas que
tiene en su propia casa.
A
esto se suma la guerra económica que ya hicieron varias veces en el
pasado. El acoso de los empresarios es tenaz, calculan los beneficios
que obtendrán cuando los fascistas venezolanos, como Maria Corina,
Ledezma o Capriles, hayan tomado el poder. Todos imaginan un amanecer
con Pinochet reencarnado y los comunistas corriendo por sus vidas,
porque al final, las ideas no valen nada; “el mejor comunista es el
comunista muerto”.
La
situación actual en la República Bolivariana de Venezuela plantea un
reto que nos es común a todos los latinoamericanos. Históricamente hemos
sido muchos pedacitos luchando contra el gigante, sucumbiendo por
impotencia (con la extraordinaria excepción de la Cuba revolucionaria).
Hoy es imperativo que entendamos que todos somos Venezuela, y que la
solidaridad no puede ser únicamente enunciativa, que eventualmente, y
porque no quedan muchas salidas, el imperio buscará un pretexto para
crear la “solución militar” al “asunto venezolano”.
Es
sumamente importante pensar con claridad, especialmente para la
izquierda; la lógica yanqui y la de sus lacayos locales no contempla la
conservación de ningún tipo de foco opositor. La vocación democrática de
la revolución bolivariana es lo último que querrán replicar los
expertos del imperio, en un país donde el pueblo sabe muy bien cómo
derrotar a sus enemigos en las urnas. No es casual que, hoy por hoy, los
contrarrevolucionarios venezolanos hablen de “solución final” o “final
del chavismo”.
Está
claro que la historia nos enseña lecciones, hoy tenemos un momento
decisivo en Venezuela, y los enemigos de Latinoamérica, externos e
internos, deberían entender que no permitiremos un nuevo 11 de
septiembre de 1973.
Muchos
criticaran la posición abierta y militante de este escrito, pero ante
el cinismo y desfachatez del ataque contra nuestro baluarte, no hay más
remedio que dar un paso hacia adelante, para defender la revolución.
Imagen agregada de la web.
*Investigador Social y Escritor hondureño
1 comentarios:
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